Contribución: Claudio "Canugi"
Núñez "Rincones de Montevideo"
Alejandro Michelena
Editorial Arca - Montevideo 1988
La villa de Colón
Un filósofo montevideano a quien
poco se tiene en cuenta, consideró alguna vez, con sentido del humor, que se podría
hacer un paralelismo entre la Avenida Lezica de Colón y la de los Campos Elíseos en
París, cerca de la cual había estado viviendo de más joven en condición vagamente
estudiantil. Más allá de la posible ironía de la observación, es innegable el aire
afrancesado que posee la tranquila vía de tránsito todavía en algunos tramos, a pesar
de que los eucaliptos no tengan nada de galos.
Esos lugares son los últimos
vestigios de lo que fuera a fines de siglo pasado el auge de Villa de Colón. Surgida
alrededor de la estación del ferrocarril, y vinculada desde siempre a la zona de viñedos
que la circunda aún en parte y que constituye la más antigua producción vitivinícola
del país, Colón pasó a cierta altura a ser una zona apetecida por nuestras clases altas
como residencia veraniega. Ello tuvo lugar al mismo tiempo que Paso Molino y Capurro iban
perdiendo su condición de zona de quintas, cuando éstas comenzaron allí a ser
literalmente cercadas por la acelerada urbanización fruto de la conjura entre rematadores
como Piria y las compañías de tranvías, en la que sería la última gran expansión de
la ciudad. Colón conservó todavía, durante varias décadas del siglo que está
culminando, su atmósfera semirrural y tranquila, pero la moda de la costa - con el
esplendor de Pocitos primero y más adelante Carrasco - liquidaría para siempre su
condición de barrio residencial.
Por eso es que viene dando, desde
hace tanto tiempo, la impresión de una década sostenida, que sin embargo no llega nunca
a su culminación. Muchas grandes casaquintas han sido demolidas, surgiendo en esos vastos
terrenos viviendas hechas en forma cooperativa por sectores populares de la población.
Quedan sin embargo, sobre Lezica y a pocas cuadras de la plaza colonense, añejos
palacetes funiseculares con sus jardines húmedos y tristes.
Uno de ellos se destaca por la
imponencia y desmesura de su mole neoclásica: fue la residencia de verano de la familia
Idiarte-Borda, y es hoy un potencial museo que a pesar de pertenecer hace ya años a la
órbita del estado no se asume como tal. Caminando por Lezica precisamente, es posible
experimentar de un modo vivencial el aire sutil que impregna todavía esas enormes y
antiguas rejas, imaginando lo que podía ser en los atardeceres de verano de mil
ochocientos noventa y pico el trajinar por allí de volantas y carruajes. o los encuentros
en el banco de mármol de alguna de las quintas entre el dandy enamorado y la señorita
bien encorsetada en su vestido blanco.
Siguiendo por Lezica, llegamos al
colegio Pío, una institución de la zona. Regenteado por los padres Salesianos, fue en su
momento una escuela agraria, en la rama vitivinícola sobre todo, transformándose con los
años - ya avanzado el siglo XX - en colegio especializado para párvulos díscolos e
ingobernables, suerte de casa de corrección para niños de clase alta. Su observatorio
astronómico y su museo de historia natural eran lugares de visita - incluso en la década
del 50 - para alumnos secundarios de todos los colegios católicos. También, hasta ese
tiempo, la insólita "chancha", así era llamada popularmente la antigua
bañadera salesiana, un ómnibus de principios de los veinte en uso hasta casi el sesenta
acarreaba jóvenes futbolistas semanalmente hasta los campos del Colegio Pío.
Pero Colón es hoy una barriada
pujante, que ha crecido por ejemplo hacia Progreso, quitándole espacio a las zonas
urbanas. En los aledaños de su plaza se ha constituido un centro comercial de movimiento
bastante intenso, que llena las necesidades de una amplio radio rural y urbano
circundante, cuya lejanía del centro es ostensible. A pesar de todos los cambios, Colón
aún posee en ciertas partes esa combinación de manzanas construidas y apacibles campos
con viñas.
Los árboles, el verde, están
presentes en los viejos eucaliptos de sus calles y en los grandes jardines también
arbolados. Lo suficientemente lejos de las áreas mas densamente pobladas de Montevideo,
también fuera de los círculos apetecidos en materia inmobiliaria, Colón ha sabido
mantener un equilibrio con su ámbito natural y agrario bastante ejemplar en una ciudad
donde no ha quedado casi en los últimos años curso de agua sin contaminar ni arboleda
que no resultara esquilmada. |