Contribución: Claudio "Canugi" Núñez "Rincones de Montevideo"
Alejandro Michelena
Editorial Arca - Montevideo - 1988
La Aguada y Arroyo Seco
Junto a la Ciudad Vieja y el Cordón, es el barrio de La Aguada el
más antiguo reducto de Montevideo. Ello se comprueba aún hoy, recorriendo alguna de sus
pocas calles empedradas, observando construcciones de mucho mas de un siglo y medio. Por
cierto, la zona viene cambiando en lo más evidente y visible desde hace por lo menos
setenta años, cuando se construyera el Palacio Legislativo, obra que literalmente quebró
en dos esa área ciudadana.
En años posteriores esto se agudizó, a través del largo proceso
de varias décadas que generó la actual avenida Brigadier Juan Antonio Lavalleja (la que
seguirá siendo, popularmente, Diagonal Agraciada).De todos modos, es ya lejana la
relación de La Aguada con las grandes avenidas. Aparte de la nombrada, la surcan cuadras
de Agraciada, un buen tramo de Fernández Crespo (la vieja Sierra), Rondeau y Cuareim.
Esta característica marcó su etapa contemporánea, aminorando su hasta hace cincuenta
años todavía existente vida barrial. Profundizando algo más, se podría decir que en el
seno de La Aguada anidan varios enclaves con personalidad y rasgos bien definidos, a los
que estas transitadas avenidas alejan y separan.
Es muy conocida de todos la historia de sus orígenes. Recibe su
nombre por haber estado en el lugar las primitivas fuentes de agua que abastecían la
ciudad colonial. Fueron utilizadas hasta mucho después de la independencia - donde
compartieron con otras su vital función - recuperando durante el Sitio Grande un papel
preponderante. Como testimonio de esos lejanos tiempos han quedado dibujos de viajeros
ingleses y franceses sobre todo, que evocan al detalle el acarreo de agua por parte de los
Aguateros para después llevarla a la cercana ciudad, o también el aspecto semirrural que
tenía la zona con sus playas (cabe recordar que La Aguada actual fue en gran parte
construida sobre terreno ganado a la bahía; el agua llegaba en un tiempo hasta casi la
presente esquina de Diagonal y La Paz, por ejemplo).Hasta hace poco más de veinte años
todavía manaba una de las por décadas enterradas fuentes de La Aguada. Esto se
descubrió en forma accidental, al buscar en un sótano la ruptura de un caño de agua
corriente.
Lamentablemente, aunque en su momento el hecho tuvo cierta difusión
pública - como lo atestigua nota aparecida en el Almanaque del Banco de Seguros en 1961 -
no hubo de parte de las autoridades del momento, ni de historiadores, ni de urbanistas,
iniciativas para recuperar ese verdadero testimonio viviente de un aspecto del acontecer
cotidiano de la Patria Vieja, que aún sigue bajo tierra en la esquina de Brigadier
Lavalleja y Pozos del Rey (esta era, precisamente, la denominación que se le daba
entonces a esas fuentes).
La Aguada es uno de los barrios típicamente grises de nuestra
ciudad. Con toda una franja de barracas y depósitos siguiendo el trazado de las vías del
tren. Con un deterioro ya casi irremediable en gran parte de su acervo de casas
centenarias. Habitado en sus grandes avenidas, con altos edificios incluso nuevos, por una
clase media próspera e incluso sectores de la burguesía, esconde en sus callejas
interiores una empobrecida población de jubilados, pequeños empleados, mínimos
comerciantes. Hay sectores que dan la sensación, al recorrerlos, de estar participando
desde adentro de una de aquellas películas neorealistas italianas.
En la vecindad de La Aguada, hacia el oeste, nos encontramos con
Arroyo Seco, al que muchos montevideanos no ubican o no conocen bien. Llamado así por la
presencia de un arroyo en su parte más baja, estuvo cortado desde siempre por el antiguo
camino al Paso del Molino (hoy Avenida Agraciada). Conserva más identidad que su vecino,
tal vez por ser ya una zona menos céntrica, que sin embargo tiene sectores comerciales e
industrias. Conformado por la típica construcción de fines del siglo pasado y principios
de éste, abunda en sus calles el recurso locativo-arquitectónico del
"corredor". Es decir: el popular sistema de apartamentos que dan a un corredor
sin techo, construidos en general en un terreno grande por el propietario de la casa que
da al frente.
En los últimos treinta años se puede evidenciar que ha tenido
escaso o nulo crecimiento Un elemento que distingue - en lo urbanístico - al Arroyo Seco,
es el trazado irregular de sus calles. Muchas de ellas salen en diagonal; posee decenas de
plazuelas interiores (algo que en parte es también característica de La Aguada), que son
diminutas, triangulares, con apenas un farol y un banco, y que irradian un melancólico
encanto.
En uno de sus límites se encuentra el enorme predio del Hospital
Vilardebó. Muy cerca de allí en la calle General Luna (los generales pueblan su
nomenclatura), en la vecindad de uno de los mas renombrados Jardines de Infantes de
Montevideo - el Enriqueta Compte y Rique, en el 1270 de la misma - existe uno de esos
desconocidos centros de terapia popular auténticamente nuestros; allí atiende la Nena,
más que curadora una psicóloga, que entre descarga y discernimiento sobre lo que puede
pasar, le da a la gente eso que ninguna asistencia social les brinda ahora: sanidad
psicológica y buenos consejos.
Como sucede con otros rincones montevideanos de larga data, Arroyo
Seco no carece de esas instituciones aglutinantes y tradicionales que son los bares
esquineros. Hay uno en especial, el Cajade - ubicado en San Martín y Clemente Cesar - que
aún conserva sus toscas mesas de madera, su mostrador original, su vetusto piso de
grandes azulejos blancos y negros. Y planea todavía el fantasma del Mingo, - enorme café
de la calle Agraciada que pervivió hasta casi el 80, caracterizado por las grandes mesas
redondas también de madera, los billares, la semipenumbra de su vasto salón - en el
recuerdo de muchos vecinos de la barriada |