Contribución: Claudio "Canugi"
Núñez Rincones de Montevideo"
Alejandro Michelena
Editorial Arca - Montevideo - 1988
Palermo y las brisas del Sur
Hacia el lado de la rambla Sur se ubican dos barriadas de Montevideo
que en general no diferenciamos con la debida exactitud. Es común la confusión, la
identificación sobre todo, de lo que es el barrio Sur propiamente dicho con Palermo. Esto
se explica por el común origen de ambas zonas, y más que nada en su vinculación
cultural a esa música que hace el más auténtico folclore de la ciudad: el candombe.
Pero Palermo tiene su personalidad propia, diferenciada del Sur.
Aunque ambos fueron perjudicados, allá por los años veinte, con la "piqueta
fatal" que les comiera parte de sus calles, casas y además sus playas, para
construir la rambla. Hay todavía personas de bastante edad que recuerdan cómo era la
costa en su niñez.
A esa altura se encontraba la playa Santa Ana, pequeña y encerrada
entre dos puntas rocosas (que todavía existen en su parte final y son aprovechadas por
los amigos del sol en el verano). En aquellos lejanos tiempos sin rambla, la playa no
estaba contaminada y era disfrutada plenamente por los vecinos. La zona rocosa lucía
mucho mas grande y variada, y hubo que cortar todo ese granito, que hoy seguimos viendo
bajo la forma del murallón.
Nos contaba una testigo memoriosa que sobre las últimas casas
vivían los pescadores, quienes diariamente se hacían a la mar desde allí nomás,
vendiendo luego su mercadería en el mismo barrio. Que había un hombre "de a
caballo", encargado de recorrer la zona costera, de Ramírez al Centro, serpenteando
entre los vericuetos que dejaban las grandes rocas.
Tal vez la construcción de la rambla Sur haya sido el gran sacudón
urbanístico que tuvo Palermo, tanto que las anécdotas acumuladas durante los años que
duraron las obras siguen
todavía circulando en la memoria colectiva. Lo único que, aunque de carácter negativo e
injustificado, se asimila a aquello - en cuanto a la transformación radical del barrio -,
es la demolición de una de las manzanas del Reus y el abandono de la otra, so pretexto de
peligro de posibles derrumbes.
Porque si bien la rambla arrasó con un perfil entrañable e
irrecuperable del lugar, era necesaria para lograr una vía de tránsito que todavía hoy
sigue significando un progreso objetivo e indudable, y que fuera uno de los grandes
trabajos de ingeniería de una década rica como pocas en materia urbanística en
Montevideo. Por el contrario, la destrucción del Reus descalificó el área, generando un
baldío y ruinas patéticas, y sobre todo expulsando a decenas y decenas de familias
afincadas allí por generaciones.
Esos desalojados forzosos no han recibido aún una compensación
acorde al daño habitacional, moral y cultural que tuvo el lugar al erradicarlos
violentamente de ese entorno. Si bien mas cerca en el tiempo se realizó un concurso de
proyectos de "reciclaje-construcción" del Reus, inexplicablemente no se ha dado
ningún paso concreto para comenzar las obras, mientras siguen desmoronándose poco a poco
las contadas casas que todavía quedan, abandonadas (de aquellas con típicas
buhardillas).
Fuera de estos dos cambios traumáticos, Palermo se mantiene
empecinadamente fiel a si mismo. Barriada de trabajadores, que se entremezclan con
sectores de clase media (sobre todo ancianos), en tiempos de carnaval vibra el corazón de
sus conventillos con el repiquetear de las lonjas. Ya no se pueden finalizar las
tradicionales Llamadas en la calle Ansina, pero igualmente culminan en Palermo, que esa
noche extiende su fiesta colectiva hasta el amanecer.
Con casas mas bien bajas, a lo más de dos pisos, y construcciones
en las que predomina el característico estilo popular con balcones a la calle y patios de
claraboya, pero donde todavía se encuentran muchas casonas de patio abierto e incluso
aljibe.
Solamente en sus límites - Sur y Norte - es decir por el lado de la
Rambla y de la calle Maldonado, podemos encontrar edificios altos construidos en los
últimos treinta o cuarenta años; el resto se remonta casi todo a los años veinte, a
principios de siglo e incluso más atrás.
Por sus costados Palermo limita más o menos con el barrio Sur a la
altura de Ejido, y con la zona del Parque Rodó, en Magallanes. De cualquier manera sus
fronteras son imprecisas, habiendo polémica en cuanto a si tal sector le pertenece o no.
Encierra en su seno algunos centros de enseñanza, que están
acordes con el perfil trabajador que tiene su población: la vieja Escuela de Artes y
Oficios (hoy Universidad del Trabajo) - ubicada en la calle Gonzalo Ramírez - y la actual
Escuela de Artes Gráficas (donde hace muchos años había un cuartel, en la calle
Durazno).
La peculiar calle Encina sale en diagonal desde Maldonado, baja
empinada para morir dos cuadras después, en Durazno, a la altura de la plaza Juan Ramón
Gómez, único espacio verde del interior del barrio. La arteria es angosta y sin
árboles, de casas de un sólo piso, haciendo recordar a tantas de las ciudades del
interior. Allá por mil novecientos sesenta y pico los estudiantes de Bellas Artes pasaron
por allí pintando cada fachada de un color diferente; los vecinos tomaron la idea, y en
Encina se encuentran, todavía hoy, casas que siguen testimoniando aquel espíritu de
"sensibilisación visual" que anunciaba a los "anarco-líricos" de la
ENBA.
En la esquina de Maldonado y Lorenzo Carnelli se ubica Anticuario,
un restaurant de estilo 1920, más bien "pitucón" y frívolo. Su historia es
sin embargo interesante: quienes lo instalaron no tuvieron que hacer muchas reformas,
salvo comprar algunas mesas y sillas antiguas para completar las que faltaban, cambiar de
lugar el mostrador y quitar la mampara que separaba el almacén del bar. Porque eso es lo
que hubo en la esquina, desde fines de los veinte hasta casi el ochenta: un "almacén
y bar" que regenteaban dos hermanos, el que se mantuvo tal cual hasta la muerte del
mas longevo de ellos.
A su vez, en la esquina de Durazno y Carnelli se encuentra la
farmacia El Cóndor, una pequeña joya conservada bastante bien en sus características
originales (con partes del mostrador, estanterías y vidriera, aunque ya no con aquellos
botellones de vieja botica). Vale la pena verla, aunque no es la única farmacia antigua
en Montevideo, ciudad donde por suerte tales comercios han corrido, en parte, mejor suerte
que los cafés tradicionales. |